No tener casa mata. Nadie sin hogar
Las personas que no tienen acceso a una vivienda, a un lugar para vivir que sea techo y hogar, vienen hoy, de nuevo, a expresar y a reclamar los derechos que les han sido negados, a recuperar su espacio legítimo y su derecho a formar parte de un tejido social y comunitario donde cada persona debe tener siempre un lugar común y compartido con el resto de la comunidad.
La vivienda como espacio de protección, donde cuidarnos, acceder y disfrutar de los derechos y donde realizarnos como personas.
Las condiciones de inseguridad y de dificultad para acceder o mantenerse en una vivienda generan en muchos casos problemas de ansiedad, de angustia, e incluso depresión. La inestabilidad residencial impacta directamente en el bienestar emocional y en la salud psíquica de las personas que viven en hogares vulnerables, que tienen diez veces más riesgo de sufrir peor salud.
150.000 hogares y medio millón de personas sufren situaciones simultáneas de inseguridad e inadecuación en la vivienda. Cada noche al menos 700.000 personas duermen en la calle o en un alojamiento de emergencia en la UE, lo que supone un aumento del 70% en 10 años. La crisis de la COVID19 ha provocado que un un 49,2% de los hogares acompañados por Cáritas no puedan hacer frente a los pagos de hipoteca o alquiler.
Es por ello urgente tramitar la ley estatal de garantía de acceso a la vivienda, donde se incluyan todas las situaciones de exclusión residencial/sinhogarismo dentro de una estrategia más amplia de políticas públicas basadas en el derecho humano a la vivienda. Tenemos la oportunidad de construir una nueva realidad, no queremos volver a lo de antes, queremos que NADIE SIN HOGAR sea la nueva realidad.
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